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Deliciosos platillos mexicanos

Relato breve de Yaxchilán, Chiapas

viernes, 12 de febrero de 2010


Por: Laura Sainz

El clima, bastante inestable; se nublaba, y de repente, el sol aparecía resplandeciente, ahuyentaba las nubes, pero no hacía lo mismo con el viento, éste soplaba con energía, como si quisiera llevarnos en su viaje hacía ningún lado. Mientras la lancha avanzaba sobre el río Usumacinta, sólo me rodeaba agua de dos nacionalidades: mexicana y guatemalteca.

Es extraño navegar al borde de tu país, en realidad te preguntas si tal división existe, porque la tierra parece ser la misma, los árboles, las plantas, los animales y sus sonidos no conocen nacionalidad, ellos crecen sin importarles dónde, mientras el clima les siente, ahí ellos habitan.

El viaje dura aproximadamente cuarenta minutos por cada recorrido: de ida y de regreso, es difícil no perderse en el trayecto, ciertamente no por lo complicado del camino, sino por el interminable verde, tanto del agua del río, como de la vegetación; uno mismo se hace parte de aquél frondoso panorama y entre lo crecido de la selva, esperas vislumbrar alguna pirámide o parte de ella, cosa que se torna imposible, hasta pocos minutos antes de llegar a la zona arqueológica destino: Yaxchilán


La embarcación se detiene, el señor lanchero, quien conoce de sobra sus aguas, se estaciona. Si se observa con atención la orilla del río te das cuenta que está muy húmeda, debido a las pasadas lluvias es resbalosa y engañosa, hay que confiar en las suelas de los tenis y en los reflejos del cuerpo para evitar deslizarse sin control. Lo mismo sucede con la empinada subida, la que guía a la exótica y ancestral ciudad de clima cálido-húmedo; la rampa no parece haber sido planeada con mucho cálculo, las personas mayores pueden tener problema al escalarla porque es de cemento, cubierta de la tierra que llevamos los andantes en nuestros zapatos. Lo mejor y más recomendable es subir con cautela y asirse con fuerza del pasamanos.

Este es el único inconveniente, definitivamente la espera vale la pena, la entrada anuncia la belleza del lugar, el cuerpo comienza a sentir el penetrante y tibio aire que respiran los pulmones, los árboles de extraño tronco que se van haciendo tan cotidianos, porque Chiapas los posee en abundancia, se atraviesan en la vereda que termina al llegar a una de las construcciones, la cual te abraza en húmedas cuevas decoradas en su interior con el moho; la piedra blanca característica de las edificaciones mayas, ha dejado de serlo. 


Yaxchilán, con su ‘Gran Acrópolis’ y su ‘Gran Plaza’, es un maravilloso lugar, al principio casi increíble. Las piedras quienes guardan innumerables secretos, no sólo de los mayas, sino de quienes hemos estado ahí, imponen por su sabiduría, uno se siente minúsculo ante ellas, pues cualquier cosa que pienses o calificativo que les entregues, ellas ya lo ostentan con anterioridad.

El silencio del lugar sólo se ve roto por los aullidos del mono, al principio suena tan ajeno para el oído desacostumbrado, asustado; la ignorancia acerca de la fauna del lugar te hace pensar en animales grandes y quizás poco amigables, hasta que repentinamente recuerdas lo dicho por el guía, entonces se remiten aquellos muñecos que venden las mujeres mayas de atuendos minuciosos, que aún siendo tan feos -probablemente por eso mismo-, no puede evitar verme atraída a ellos y adquirir uno.

Tras verme rodeada de edificios que van resguardando el tiempo, como si fuera la única manera de mantenerse con vida, el lente de mi cámara no parece hacerles justicia, si fotografío uno los demás se quedan fuera, pero ni la mirada misma los abarcaría a todos. 

Decido ir a las alturas, es temprano, pero quitarse cuanto suéter puede estorbar es un mejor método para escalar, por supuesto no hay señal de celular, y pienso que si a un jaguar se le ocurriera encontrarme en las alturas de aquella pirámide, no habría nada que hacer para defenderme, sólo pugnar por su misericordia, la benevolencia de un felino quien ha sido elevado al rango de un Dios, entonces quizás, en aquél momento de enfrentarlo, comprendería por qué los Mayas lo adoraban.  



Subo las empinadas escaleras húmedas de una de las pirámides, la meta no es sólo llegar a ella, sino evadir los rayos del sol que obstruyen la vista; pero en ese momento lo miro de frente y el panorama cambia, parece he comprendido la razón de lo privilegiado de Yaxchilán: todo lo tiene, lo necesario para ostentar una vida rodeado de natural selva, a la orilla de un río cargado de vida y con ella de goce.

Yo, manifiesto mi respeto con un suspiro, e inmortalizo el lugar en mi alma y mis recuerdos.
  

3 comentarios:

Unknown dijo...

Una pequeña pregunta:
Todavia exise un tunel de unos 20 o 30 metros que tienes que pasar para entrar en la Ciudad???
Lo escuche en varias historias de amigos que conocen ese lugar y por estar completamente oscuro y humedo, te da un poco de miedo...

15 de febrero de 2010, 12:10
Laura Sainz dijo...

Sí, aún existen, pero la verdad no es miedo lo que se siente, es más bien expectativa, porque no sabes a dónde saldrás, es absolutamente emocionante.

16 de febrero de 2010, 11:21
El hombre del traje gris dijo...

mm yo solo conozco la Av Yaxchilán de Cancún :p jeje habre de ir a esta otra tambien...

28 de febrero de 2010, 18:58

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