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Los 10 lugares que TIENES que visitar, fotografiar y vivir antes de morir

domingo, 9 de enero de 2011

Por: Lata Viajera

Para el texto de esta semana tuve problemas creativos. ¿De qué hablar justo en los días en los que se festejan 200 años del inicio de la guerra de Independencia? Lo más obvio era sobre las Rutas Bicentenarias y me quebré la cabeza pensando cómo hacerlo de forma divertida, sin que a todos les diera un gran **inserte FX de bostezo**

Afortunadamente el sábado por la tarde, mientras esperaba para entrar a una función de cine, me entregaron una revista, en apariencia inocente. Oh, tan ingenua la Lata. Al abrirla supe de qué hablaría. En la página 36 se lee en grande: “Los 10 lugares que tienes que conocer antes de morir”. Y pensé que no había que esperar a estar desfalleciendo o a que juntemos mucho dinero… así que este será un reto que les quiero poner: ¡a conocer estos 10 sitios antes de que termine el año!
¿Están listos para el reto?

Comencemos.

1) Sótano de las Golondrinas en San Luis Potosí. A justo 56 kilómetros de Ciudad Valles se encuentra una maravilla de la biosfera de nuestro país: una cueva que se formó por la erosión del agua y que es mucho más estrecha en la superficie que en el fondo y mide 376 metros de altura. Es un refugio natural de aves. Tienes que ir con un guía y se recomienda muchísimo ver el espectáculo matutino del vuelo de decenas de pájaros.

2) Guanajuato. ¡Y dale con esta ciudad! Pues sí, es uno de los sitios más cool de México, no sólo por sus hermosos edificios, sino por lo genial y único de sus túneles, por las leyendas y por las tradiciones. Todos deberíamos de tener un beso del Callejón del Beso y una foto con las tenebrosas momias, pero, eso no es todo. Nadie puede morir sin haber asistido a alguna edición del Festival Cervantino. Una vez al año lo mejor de las artes se dan cita en este lugar, ¡te quieres volver loco con tantos espectáculos! Claro, también hay fiesta… mucha fiesta. Aún tienes tiempo, la edición 2010 será del 13 de octubre al 7 de noviembre.

3) Hierve el agua. A menos de 80 kilómetros de Oaxaca, capital, se encuentra una zona de cascadas petrificadas. Sí, leíste bien: petrificadas. Se les conoce también como Cascadas de sal debido a que están formadas de carbonato de calcio que, de hecho, brota de las fisuras de la piedra. En la parte alta está El Anfiteatro, en donde hay dos albercas y cuatro manantiales, en donde la gente puede nadar en una temperatura cálida de alrededor de 24°C. ¿No suena un lugar único?

4) La aventura de un temazcal después de haber subido la Pirámide del Sol y la Luna en Teotihuacán. Esta zona arqueológica es la más popular del país y posee la tercera pirámide más alta del mundo (después de las de Egipto). Así que un paseíto por el día tendrá que ser terminado (o comenzado, más bien) con un ritual ancestral: el baño del temazcal. Este es un viaje mágico hacia las entrañas de la Madre Tierra y también dentro de ti mismo. Te purificas en cuerpo y mente y sales con toda la energía del mundo, un infaltable en la vida.

5) Pátzcuaro. Ajá, mi Michoacán. No… no puedes morir sin haber ido a una Noche de Muertos a la orilla del Lago de Pátzcuaro, sin haber visto los panteones de los pueblitos cercanos, iluminados con veladoras y llenos de ofrendas (flores, comidas, juguetes…). Este ritual no se conserva en todo México, por eso hay que ir a tierras purépechas para presenciarlo. Te queda un mes y medio para prepararte. La fecha: 1 de noviembre.

6) Yaxchilán, en Chiapas. Imaginen un lugar perdido en la Selva Lacandona al que sólo se llega a través del río que separa a México y Guatemala. Imagina pirámides mayas cubiertas por plantas, las imágenes en piedras de los antiguos gobernantes de esta ciudad, y un ambiente tropical, casi salvaje, que pocas veces se ve ya en un mundo tan urbanizado. Desde San Cristóbal puedes contratar un tour y sirve que visitas esta magnífica ciudad que también vale muchísimo la pena.

7) Estar cerca de las Ballenas Grises en Baja California. A principios del invierno llegan las tranquilas ballenas a las aguas de nuestro país para protegerse del frío, de los depredadores y para reproducirse. Desde Ensenada hasta Los Cabos, existen sitios donde se pueden apreciar y si quieres acercarte, en BCS hay lugares especializados que te llevan, el puerto más famoso es Guerrero Negro.

8) Campeche. Esta no la veía venir nadie, ¿verdad? Y es un 2 x 1 porque aquí incluimos el maravilloso centro de la ciudad, lleno de plazas y edificios de colores, y el espectáculo de luz y sonido de Edzná, zona arqueológica a unos cuantos minutos de la capital y que cuenta con un raro edificio de cinco pisos construido por los mayas y en medio de una exuberante vegetación.

9) Los jardines surrealistas de Sir Edward James, en Xilitla. Un lugar mágico, extraído de la mente de un arquitecto británico amigo nada más y nada menos que de Salvador Dalí y Luis Buñuel. Se encuentra en pleno San Luis Potosí, en el municipio de Xilitla y pretendía ser lo que James llamaba “el jardín del Edén en México”.

10) Lucha Libre en la Arena México. Ah, si no todo es belleza natural, también hay belleza… o más bien, felleza en vivo y en directo, con máscaras, piruetas, mentadas de madre, gritos, muchachas en diminutos outfits y ¡mucha adrenalina! Y qué mejor que hacerlo en la Catedral de la lucha, en pleno centro de la ciudad de México.

Así que, ¿quién se lanza al primer destino? ¡Envíanos tus fotos y cuéntanos cómo te fue! ¡Disfruta México! ¡Buen viaje!

-Texto publicado en http://www.papaschips.com.mx/ en septiembre de 2010-


Los secretos sin tiempo de Baja California Sur

martes, 19 de enero de 2010

Pinturas Rupestres de la Sierra de San Francisco, BCS


Por: Real-X

¿Qué es lo que se siente perderse en el tiempo y el espacio? Estar en un lugar donde se pierde por completo la relación del tiempo de la manera en la que los humanos hemos aprendido a medirlo. Un lugar donde hace mucho a alguien se lo olvidó darle cuerda al viejo reloj de pared; donde la majestuosidad de la naturaleza se conjunta con la belleza que es capaz el hombre de hacer, eso es lo que se siente viajar por esta región del noroeste del país.




En la península de Baja California Sur, cerca del pueblo y la misión de San Ignacio se eleva la Sierra de San Francisco en donde hace más de 1500 años atrás sus moradores quisieron dejar un apunte de su visión de la vida al pasar por esta región. Pero para poder hacer contacto con este pueblo milenario es necesario solicitar un permiso ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, en cualquiera de sus oficinas de BCS. Posteriormente es necesario contratar los servicios de un guía que nos va a llevar por caminos inhóspitos



Mi viaje comenzó en la oficina del INAH en San Ignacio, BCS, donde se encuentra una de las misiones que vinieron a construir los Jesuitas por toda la península. (En alguna otra ocasión haré esa ruta).

Ahí mismo anduve unos cuantos kilómetros los viejos caminos que usaban los antiguos peregrinos religiosos para llegar a cada uno de sus puestos oratorios, respirando el aire místico de aquellos tiempo agrestes. Una vez pagados los permisos y arreglado lo del guía, me dirigí a la carretera transpeninsular para poder agarrar “raite”, como le dicen por allá, para que me lleve a la desviación que me llevaría a mi contacto con mi guía, al poblado de Santa Marta, al cual llegué después de una caminata a través de territorio árido de 33 kms, con mochila al hombro que prácticamente estaba copada por garrafones de agua, muchas frutas secas, barras de granola, chocolates y nueces, mudas de ropa interior para todo el viaje, la tienda de acampar y bolsa de dormir, sombrero de ala ancha para protegerme del inclemente sol del desierto y un bastón para caminar.


Como no logré salir a tiempo de San Ignacio y me sorprendió la penumbra a medio camino, llegué a una ranchería donde muy amablemente me dejaron acampar y hasta me compartieron de su cena, frijoles y queso de cabra, yo les compartí de algunas nueces de la india y orejones que llevaba. Me prestaron una colchoneta para mitigar un poco el rocoso terreno que poseían y dónde había asentado la tienda de acampar.

Al día siguiente muy temprano levanté el campamento improvisado y me dirigí ahora sí al pueblo de Santa Marta. En este trayecto de caminata descubrí lo que en verdad significa encontrar el último refresco de cola frío en el desierto. Me dieron un aventón de unos 7 kms en donde me regalaron tal refresco que venía helado gracias a una hielera que traía en la camioneta y yo ya estaba harto de tomar “té” de los garrafones calentados por el sol que llevaba a mis espaldas, de verdad que aprecié ese helado invento del hombre blanco como nunca antes lo había hecho.

Después de una parada momentánea para recoger un revolver que el conductor había escondido en alguna parte del desierto para “espantar” a los “leones”, seguramente pumas, que atacaban a su ganado caprino llegamos a mi destino intermedio.




Una vez localizado al contacto del INAH en el lugar conocí a mi guía Manuel Ojeda Arce y una vez arreglado el asunto de las comidas, en donde cada uno iba a llevar sus propios alimentos y se le pagaría un extra por esto mismo (la otra opción es que uno lleve también alimentos para el guía, pero creo que me iba a mentar la madre si le ofrecía nueces y barritas de granola durante 5 días que duraría mi internamiento al cañón).  En cuanto al trasporte está la opción de rentar mulas, tanto para montar como para llevar el equipaje, pero como desde un inicio este iba a ser un viaje de autodescubrimiento y medición de mi fortaleza interna y resistencia física.

Estaba decidido que yo me lo iba a echar todo el camino caminando y con la mochila a cuestas, unos 30 kg aproximadamente. Emprendimos el camino hacia el Cañón de Santa Teresa donde se encuentran la mayor cantidad de cuevas pintadas de la región.




El camino al Cañón de Santa Teresa también tuvo su magia y belleza, ya que llega un momento dado en el que si uno llega a lo mas alto de la sierra puede ver de un lado el Mar de Cortés y del otro el Océano Pacífico dándole la magnitud de la anchura de la península de Baja California. Fuera del típico paisaje de desierto de allá, con biznagas, cactos con su pitahayas, órganos y algunos arbustos de hojas pequeñas no encontramos realmente fauna, ni borrego, venado, ni los famosos leones. Aunque para la persona que le gusta el paisaje desértico y montañoso todo aquello le presentaba una hermosa postal digna de acabarse un rollo de película en esa entonces o toda la capacidad de la tarjeta de memoria de ahora.



Durante el trayecto le pedí a mi guía algunas cuestiones prácticas de cómo sobrevivir en el desierto, sobre todo de cómo sacar agua de los órganos y cactos, cosa muy útil por si decía tirar mis 20 kilos de agua que traía cargando en la mochila.

En esta caminata me mostró algunas de las primeras pinturas que vi en ese viaje y aunque un poco borrosas representaban figuras humanas y algunos animales, que en su momento no me resultaron tan maravillosas como las había esperado observar desde hace siete años, que había sido la primera vez que pasé por este lugar.




Poco a poco fuimos ascendiendo la sierra hasta que llegamos al Pico del Águila el lugar más álgido de la sierra y de donde se tiene una visión general de toda la majestuosidad de la Reserva del Vizcaíno. Y comenzamos el camino de descenso hacia el Cañón de Santa Teresa donde acamparíamos y de ahí nos iríamos a explorar las distintas cuevas de la región.

Mientras más bajaba uno al cañón y se internaba en sus elevadas paredes el paisaje desértico árido se iba entremezclando con un paisaje desértico pero de los que se alcanzan a observar alrededor de los oasis y poco a poco el oído nos mostró el motivo de esta transición al percibir leves sonidos de agua corriente, sí abajo en le fondo del cañón corría un riachuelo que en época de lluvias se convierte en un importante río. Fue un viaje de un día para poder llegar el cañón donde acampamos pero al fin pudimos poner el campamento y descansar de la larga caminata, al día siguiente escalaríamos los riscos del cañón para poder llegar a La Pintada, la principal cueva de la región por su extensión, aproximadamente 150 mts de paredes pintadas.



Por fin al amanecer y después del desayuno emprendimos el camino hacia La Pintada, que se encuentra a unos 60-80 mts de elevación sobre el fondo del terreno, una pendiente no muy complicada para escalar, pero donde siempre un paso en falso puede provocar una pequeña catástrofe. Antes de comenzar le ascenso descubrimos un pequeño chorro de agua cristalina que brotaba de la pared y decidí probarla, fue el agua más fresca y deliciosa que jamás haya probado, lo que me hizo tirar todo el agua embotellada que llevaba en ese momento para rellenar la botella.




Ya una vez arriba uno no puede mas que dejarse envolver por suntuosidad del lugar... Observar ese espectáculo lo deja a uno sin aliento y sin poder pronunciar palabras que puedas describir tan sensación al echar la cabeza hacia atrás para poder ver las pinturas que se encuentran entre 3 y 8 metros de altura aproximadamente, del piso de la cueva, tratando de imaginarse lo que los antiguos pobladores tuvieron que realizar para poder alcanzar tales alturas, pertenecientes a la familia yumana que hablaban lengua cochimí y que según estudios con radiocarbono poblaron esta región entre 10’000 años A.C. y 1650 D.C., cuando llegaron los misioneros españoles a la zona, aunque algunos investigadores afirman que las primeras pinturas datan de hace unos 4000 años otros estudios con radiocarbono registran que algunas de las más antiguas pinturas alrededor del 1690 A.C.. Hoy en día estas familias están extintas.

Después de varios minutos de muda contemplación de ir y venir a lo largo de la cueva, de tratar de explicarme aquellas siluetas humanas en algunos casos bicolor, los colores predominantes son rojo y negro, con las manos levantadas y decoradas las cabezas con penachos y de distinguir los distintos animales representados, que corresponden tanto a animales terrestres (venados, borregos cimarrón, liebres, serpientes), como marinos (leones marinos, ballenas) o aéreos (águilas y otros depredadores aéreos), saqué mi cámara fotográfica y cuál va siendo la sorpresa de que después de la primera exposición se traba la cámara y deja de funcionar, cabe mencionar que en aquella época una cámara digital era algo todavía muy costoso e inalcanzable para algunos, por lo que yo llevaba una cámara Advantix. Luego de unos instantes de tratar de revivir el aparato, no me quedó más remedio que hacerme a la idea de que todo los registros visuales de mi viaje los llevaría en la memoria y me dispuse a admirar largo rato las pinturas para que se me quedara impresa la imagen en la retina y se conservara en la memoria visual, recostado en el piso de la cueva mantiene un estado de exaltación y tranquilidad, justo al lado de los morteros improvisados para poder pulverizar los elementos para formar los pigmentos que dan vida a tan maravilloso espectáculo.




Afortunadamente después de un rato volví a probar suerte con la cámara y en esta ocasión funcionó pudiendo mantener un archivo fotográfico de las pinturas y así recorrimos distintas cuevas entre ellas Las Flechas y Las Águilas, en donde en la primera la mayoría de los animales tenían flechas atravesando sus cuerpos probablemente realizado como un ritual para poder tener bonanza durante las jornadas de cacería. No hay una teoría que pueda englobar todos los significados que pudieran haber tenido en la antigüedad estas pinturas, pero se cree que hay chamanes y gobernantes representados, no está claro si es su memoria pictográfica o son rituales de prosperidad, lo que sí es que en 1993 la UNESCO las nombró Patrimonio Cultural de la Humanidad.




Para todo el que le guste el ecoturismo, acampar y las carencias de servicios, esta es una maravillosa experiencia que hay que vivir. Lo ideal es organizarse varias personas para poder solventar más fácilmente los gastos, ya que los guías cobran por travesía y no por número de personas, así vaya una o diez. Yo hice este recorrido en 5 días, dos de traslado y tres que nos quedamos acampando en el fondo del cañón, pero pueden ser más o menos días, se pueden decidir qué cuevas visitar, cuales saltarse ya que se han localizado más de trescientos sitios en esta Sierra de San Francisco.



Como última anotación para los que quieran hacer este recorrido les podría recomendar una película de Carlos Bolado llamada Bajo California, el límite del tiempo, donde se pueden dar una idea de lo que este viaje puede significar y representar.

El safari al Valle de las Piedras Encimadas

miércoles, 1 de julio de 2009




Un regalito de OAB




Nos habíamos salvado del caos informático (sí, aquel que se especulaba que podía ocurrir cuando terminara el año 1999). Tajis, Mike, Sanchez, Yadira, Betty, Gabito y yo emprendimos camino a un lugar del que habíamos escuchado maravillas pero que no aparecía en ningún mapa ni guía turística, el Valle de las Piedras Encimadas.

Nos quedamos de ver en la esquina de Insurgentes y Montevideo (donde estaba el Cine Lindavista con su torre de castillo de Cenicienta) a las 7:00 de la mañana. Todos llegaron puntuales y tomamos la autopista que va a Tulancingo, pasamos la ciudad y seguimos hacia Huauchinango, Puebla. A mitad del camino encontramos la desviación hacia Zacatlán y aproximadamente a 25 minutos encontramos la desviación a Camotepec.

Desde allí seguimos un camino de terracería que dura alrededor de 10 minutos y llegamos al Valle.



Llegamos alrededor de las 9:00 de la mañana y nos encontramos con un lugar lleno de neblina espesa donde lo único que apreciábamos eran coníferas y alguna que otra piedra que aparecía y desaparecía al capricho de la bruma.

Durante cerca de 1 hora estuvimos escalando y descubriendo que a cada paso encontrábamos nuevas formas, algunas parecían toboganes, otras parecían animales, la mente se daba vuelo imaginando un sinfín de formas que adivinábamos a través de la neblina.

De repente todo cambio, la neblina desapareció en cuestión de tres minutos y a lo lejos divisamos un hermoso valle con hierba y un río cruzando a través de él, donde se podía contar por cientos las formaciones rocosas con formas inauditas.


Un espectáculo sobrecogedor.









Cerca del lugar se pueden comer quesadillas en algunos puestos de comida que atienden las personas de la comunidad de Camotepec y a decir de sus leyendas las piedras son seres de otros tiempos que se petrificaron como castigo por su maldad.

Después de aquella ocasión volví otra vez con mi ahora esposa y el espectáculo fue diferente, sin neblina pero sí con mucho frió y un sol esplendoroso que iluminaba un valle verde.

Altamente recomendable para familias, grupos de amigos y sobretodo mountain bikers (ah, y fotógrafos curiosos que gustan de safaris).



19 de febrero de 2000.


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TIPS PARA VIAJEROS:

++SI USTED VA AL VALLE DE PIEDAS ENCIMADAS

Saliendo de la ciudad de Puebla tome la carretera federal núm. 19 a Zacatlán. Si sale del D.F. tome la autopista núm. 85 hasta Pachuca, Hidalgo, de ahí siga la carretera federal núm. 130 hasta Tejocotal. Una vez aquí hay que seguir por la carretera núm. 119 con dirección a Zacatlán y al llegar al pueblo de Ahuazotepec tome la desviación de terracería que conduce a Camotepec, último poblado cercano al Valle de Piedras Encimadas.

Fuente: México desconocido No. 275 / enero 2000

++Más información aquí.