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La tecnología y los viajeros

viernes, 25 de febrero de 2011


Cortesía de: David Ochoa


Llegan las vacaciones, y con ellas, la oportunidad de viajar. La primera buena noticia es que gracias a Internet es muy fácil encontrar buenos paquetes de viajes; la mala noticia es que si apenas vas a empezar a planear tu viaje para esta temporada, ya se te hizo un poco tarde. Pero te tengo una segunda buena noticia: con un poco de ayuda de las redes sociales, aún tienes la posibilidad de disfrutar de tus vacaciones, incluso como si contrataras un paquete con guía de turistas.

Empecemos por el principio y asumamos que ya tienes elegido el destino, la fecha y el plan para tus vacaciones. Existen desde hace muchos años varios sitios web dedicados a vender, en paquete o por separado, vuelos, habitaciones de hotel, etcétera, y probablemente hasta hayas usado alguno de ellos: sitios de líneas aéreas nacionales y extranjeras, agencias como Travelocity o PriceTravel, comparadores de precios como Avízpate, sitios de reseñas como TripAdvisor, etcétera.

Al momento de comprar, la mayoría de ellos te dan diferentes precios, y aquí la clave es estar listo con la tarjeta de crédito (o la forma de pago que elijas) para cerrar el trato en ese momento, pues a más de uno nos ha pasado que lo dejamos para después, y al regresar, los precios han cambiado y las ofertas se han agotado. Si eres más aventurero(a) y no acostumbras planear tus viajes, probablemente encuentres buenas ofertas en LastMinute.com.

Aprovechando las redes sociales

Es verdad que a través de twitter y facebook puedes hacer amistades, y si viven en distintas ciudades o países, visitarles, pero también existen redes sociales especializadas en turismo que te ayudan a planear tus viajes, y en ocasiones, a conocer a personas locales que te podrían enseñar la ciudad de una manera diferente. Mencionaré dos de ellas,  y aunque no son las únicas que existen, son las que he probado y te puedo recomendar.

La primera, WAYN (siglas de “Where Are You Now?”), funciona lo más parecido a cualquiera de las redes sociales que conocemos, sólo que en ella encuentras personas cuyos intereses están enfocados al turismo. Puede ser que aprendas a planear una visita a los principales museos europeos, que encuentres a alguien que te quiera acompañar a escalar el Kilimanjaro, o personas con los mismos intereses en actividades y destinos de quienes puedas aprender o con quien quieras compartir más.

La segunda es una comunidad más cerrada, ya que por su naturaleza es necesario un mecanismo de verificación de identidades sobre el cual sus miembros establezcan una base común de confianza. Se llama CouchSurfing y tiene como premisa la oferta de un espacio en tu casa -tu sofá, por ejemplo- para que un viajero “le caiga” una o dos noches y tenga una visión diferente de la ciudad que está visitando. No es absolutamente necesario que tengas lugar en tu casa para participar, puedes también ofrecerte a llevar al visitante a tomar un café o tragos, pues lo más importante en la comunidad de CouchSurfers es la experiencia cultural del viajero. Obviamente, lo que ofreces también lo puedes obtener tú cuando te vas de viaje.



Los viajes y la tecnología: algunos consejos

Ahora que ya has resuelto tu itinerario y estás listo para salir de vacaciones, te tengo algunas recomendaciones casi indispensables para que puedas cubrir tus necesidades tecnológicas durante el viaje.

La necesidad primaria en estos viajes es la energía con la que recargarás tus gadgets o equipo, así que asegúrate de llevar los adaptadores necesarios, sobre todo si tu viaje es al extranjero. Si tu teléfono y tu cámara se cargan por el conector USB, basta con un adaptador de corriente con entrada USB para cargar ambos y además puedes usar el mismo cable para transferir archivos. Si vas a adquirir conectores y/o cargadores múltiples, hazlo con calma, antes del viaje y en tiendas alejadas del aeropuerto o terminal de autobuses, pues en esos lugares te pueden llegar a costar el doble y no te quedará más que pagarlo. Si tienes o puedes comprar pilas extra, hazlo, será una buena inversión. Y sobre todo, recarga siempre que veas un enchufe de corriente, nunca sabes si en la próxima parada o lugar habrá alguno disponible.

Si planeas llevar tu laptop de viaje, te recomiendo altamente que hagas un respaldo de la información que ahí tienes en un disco duro externo que se quede en tu casa. Si no sabes cómo, lo más rápido es crear una “imagen” (o réplica) del disco duro con toda la información, que te servirá en caso de que tu computadora, por algún motivo, no regrese o se dañe en el camino.

Lleva el menor número de gadgets posibles, pero no escatimes. Si tu viaje quedará mejor documentado con tu cámara réflex digital que con la cámara del teléfono celular, escoge los accesorios necesarios y empácalos contigo.

Ponle contraseña a todo lo que se deje: laptop, teléfono, disco duro externo o memoria USB, hasta a tu cámara digital de ser posible. En caso de robo, lo más probable es que tengan que resetearlos, y así por lo menos no se quedarán con tu información.  Si tu teléfono móvil tiene la opción de rastreo y borrado remoto de datos, actívala también.

Los gadgets no se llevan bien con los climas extremos. El calor, la arena, el frío extremo, el polvo, el agua, etcétera, los dañan. Evita exponerlos a ellos, y en la medida de lo posible, llévalos en fundas protectoras o en estuches rígidos.

Al hacer tu maleta, crea un video-inventario con tu cámara digital (o con tu teléfono) para que estés seguro de lo que llevas y no te quede duda de si lo olvidaste en la casa, se te perdió en el hotel, o te lo robaron. También es útil en caso de que una aerolínea pierda tu equipaje y tengas que llenar una solicitud para la reposición de su contenido.

Si viajas al extranjero, infórmate con anticipación sobre los planes de roaming disponibles para tu teléfono, pues en caso de no contratarlos, podrías incurrir en gastos tan sólo con tener encendido el teléfono y recibir llamadas o mensajes de texto. Si tienes un smartphone que use conexión de datos, asegúrate de desactivar dicha conexión antes de subir al avión. 
Aunque hayas contratado un plan de datos en roaming para tu teléfono, intenta usar la conexión Wi-Fi en lugares públicos, y si no lo contrataste y quieres evitar sorpresas, desactiva la transmisión de datos en tu smartphone... o en el último de los casos, quítale la tarjeta SIM hasta que regreses al país.

Independientemente del tipo de viaje que hagas y cómo lo hayas planeado, es un hecho que la tecnología puede servir para que lo disfrutes más y tengas un buen recuerdo del mismo.
 
Publicado en: www.papaschips.com.mx
Diciembre 2010

Relato breve de Yaxchilán, Chiapas

viernes, 12 de febrero de 2010


Por: Laura Sainz

El clima, bastante inestable; se nublaba, y de repente, el sol aparecía resplandeciente, ahuyentaba las nubes, pero no hacía lo mismo con el viento, éste soplaba con energía, como si quisiera llevarnos en su viaje hacía ningún lado. Mientras la lancha avanzaba sobre el río Usumacinta, sólo me rodeaba agua de dos nacionalidades: mexicana y guatemalteca.

Es extraño navegar al borde de tu país, en realidad te preguntas si tal división existe, porque la tierra parece ser la misma, los árboles, las plantas, los animales y sus sonidos no conocen nacionalidad, ellos crecen sin importarles dónde, mientras el clima les siente, ahí ellos habitan.

El viaje dura aproximadamente cuarenta minutos por cada recorrido: de ida y de regreso, es difícil no perderse en el trayecto, ciertamente no por lo complicado del camino, sino por el interminable verde, tanto del agua del río, como de la vegetación; uno mismo se hace parte de aquél frondoso panorama y entre lo crecido de la selva, esperas vislumbrar alguna pirámide o parte de ella, cosa que se torna imposible, hasta pocos minutos antes de llegar a la zona arqueológica destino: Yaxchilán


La embarcación se detiene, el señor lanchero, quien conoce de sobra sus aguas, se estaciona. Si se observa con atención la orilla del río te das cuenta que está muy húmeda, debido a las pasadas lluvias es resbalosa y engañosa, hay que confiar en las suelas de los tenis y en los reflejos del cuerpo para evitar deslizarse sin control. Lo mismo sucede con la empinada subida, la que guía a la exótica y ancestral ciudad de clima cálido-húmedo; la rampa no parece haber sido planeada con mucho cálculo, las personas mayores pueden tener problema al escalarla porque es de cemento, cubierta de la tierra que llevamos los andantes en nuestros zapatos. Lo mejor y más recomendable es subir con cautela y asirse con fuerza del pasamanos.

Este es el único inconveniente, definitivamente la espera vale la pena, la entrada anuncia la belleza del lugar, el cuerpo comienza a sentir el penetrante y tibio aire que respiran los pulmones, los árboles de extraño tronco que se van haciendo tan cotidianos, porque Chiapas los posee en abundancia, se atraviesan en la vereda que termina al llegar a una de las construcciones, la cual te abraza en húmedas cuevas decoradas en su interior con el moho; la piedra blanca característica de las edificaciones mayas, ha dejado de serlo. 


Yaxchilán, con su ‘Gran Acrópolis’ y su ‘Gran Plaza’, es un maravilloso lugar, al principio casi increíble. Las piedras quienes guardan innumerables secretos, no sólo de los mayas, sino de quienes hemos estado ahí, imponen por su sabiduría, uno se siente minúsculo ante ellas, pues cualquier cosa que pienses o calificativo que les entregues, ellas ya lo ostentan con anterioridad.

El silencio del lugar sólo se ve roto por los aullidos del mono, al principio suena tan ajeno para el oído desacostumbrado, asustado; la ignorancia acerca de la fauna del lugar te hace pensar en animales grandes y quizás poco amigables, hasta que repentinamente recuerdas lo dicho por el guía, entonces se remiten aquellos muñecos que venden las mujeres mayas de atuendos minuciosos, que aún siendo tan feos -probablemente por eso mismo-, no puede evitar verme atraída a ellos y adquirir uno.

Tras verme rodeada de edificios que van resguardando el tiempo, como si fuera la única manera de mantenerse con vida, el lente de mi cámara no parece hacerles justicia, si fotografío uno los demás se quedan fuera, pero ni la mirada misma los abarcaría a todos. 

Decido ir a las alturas, es temprano, pero quitarse cuanto suéter puede estorbar es un mejor método para escalar, por supuesto no hay señal de celular, y pienso que si a un jaguar se le ocurriera encontrarme en las alturas de aquella pirámide, no habría nada que hacer para defenderme, sólo pugnar por su misericordia, la benevolencia de un felino quien ha sido elevado al rango de un Dios, entonces quizás, en aquél momento de enfrentarlo, comprendería por qué los Mayas lo adoraban.  



Subo las empinadas escaleras húmedas de una de las pirámides, la meta no es sólo llegar a ella, sino evadir los rayos del sol que obstruyen la vista; pero en ese momento lo miro de frente y el panorama cambia, parece he comprendido la razón de lo privilegiado de Yaxchilán: todo lo tiene, lo necesario para ostentar una vida rodeado de natural selva, a la orilla de un río cargado de vida y con ella de goce.

Yo, manifiesto mi respeto con un suspiro, e inmortalizo el lugar en mi alma y mis recuerdos.
  

Los secretos sin tiempo de Baja California Sur

martes, 19 de enero de 2010

Pinturas Rupestres de la Sierra de San Francisco, BCS


Por: Real-X

¿Qué es lo que se siente perderse en el tiempo y el espacio? Estar en un lugar donde se pierde por completo la relación del tiempo de la manera en la que los humanos hemos aprendido a medirlo. Un lugar donde hace mucho a alguien se lo olvidó darle cuerda al viejo reloj de pared; donde la majestuosidad de la naturaleza se conjunta con la belleza que es capaz el hombre de hacer, eso es lo que se siente viajar por esta región del noroeste del país.




En la península de Baja California Sur, cerca del pueblo y la misión de San Ignacio se eleva la Sierra de San Francisco en donde hace más de 1500 años atrás sus moradores quisieron dejar un apunte de su visión de la vida al pasar por esta región. Pero para poder hacer contacto con este pueblo milenario es necesario solicitar un permiso ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, en cualquiera de sus oficinas de BCS. Posteriormente es necesario contratar los servicios de un guía que nos va a llevar por caminos inhóspitos



Mi viaje comenzó en la oficina del INAH en San Ignacio, BCS, donde se encuentra una de las misiones que vinieron a construir los Jesuitas por toda la península. (En alguna otra ocasión haré esa ruta).

Ahí mismo anduve unos cuantos kilómetros los viejos caminos que usaban los antiguos peregrinos religiosos para llegar a cada uno de sus puestos oratorios, respirando el aire místico de aquellos tiempo agrestes. Una vez pagados los permisos y arreglado lo del guía, me dirigí a la carretera transpeninsular para poder agarrar “raite”, como le dicen por allá, para que me lleve a la desviación que me llevaría a mi contacto con mi guía, al poblado de Santa Marta, al cual llegué después de una caminata a través de territorio árido de 33 kms, con mochila al hombro que prácticamente estaba copada por garrafones de agua, muchas frutas secas, barras de granola, chocolates y nueces, mudas de ropa interior para todo el viaje, la tienda de acampar y bolsa de dormir, sombrero de ala ancha para protegerme del inclemente sol del desierto y un bastón para caminar.


Como no logré salir a tiempo de San Ignacio y me sorprendió la penumbra a medio camino, llegué a una ranchería donde muy amablemente me dejaron acampar y hasta me compartieron de su cena, frijoles y queso de cabra, yo les compartí de algunas nueces de la india y orejones que llevaba. Me prestaron una colchoneta para mitigar un poco el rocoso terreno que poseían y dónde había asentado la tienda de acampar.

Al día siguiente muy temprano levanté el campamento improvisado y me dirigí ahora sí al pueblo de Santa Marta. En este trayecto de caminata descubrí lo que en verdad significa encontrar el último refresco de cola frío en el desierto. Me dieron un aventón de unos 7 kms en donde me regalaron tal refresco que venía helado gracias a una hielera que traía en la camioneta y yo ya estaba harto de tomar “té” de los garrafones calentados por el sol que llevaba a mis espaldas, de verdad que aprecié ese helado invento del hombre blanco como nunca antes lo había hecho.

Después de una parada momentánea para recoger un revolver que el conductor había escondido en alguna parte del desierto para “espantar” a los “leones”, seguramente pumas, que atacaban a su ganado caprino llegamos a mi destino intermedio.




Una vez localizado al contacto del INAH en el lugar conocí a mi guía Manuel Ojeda Arce y una vez arreglado el asunto de las comidas, en donde cada uno iba a llevar sus propios alimentos y se le pagaría un extra por esto mismo (la otra opción es que uno lleve también alimentos para el guía, pero creo que me iba a mentar la madre si le ofrecía nueces y barritas de granola durante 5 días que duraría mi internamiento al cañón).  En cuanto al trasporte está la opción de rentar mulas, tanto para montar como para llevar el equipaje, pero como desde un inicio este iba a ser un viaje de autodescubrimiento y medición de mi fortaleza interna y resistencia física.

Estaba decidido que yo me lo iba a echar todo el camino caminando y con la mochila a cuestas, unos 30 kg aproximadamente. Emprendimos el camino hacia el Cañón de Santa Teresa donde se encuentran la mayor cantidad de cuevas pintadas de la región.




El camino al Cañón de Santa Teresa también tuvo su magia y belleza, ya que llega un momento dado en el que si uno llega a lo mas alto de la sierra puede ver de un lado el Mar de Cortés y del otro el Océano Pacífico dándole la magnitud de la anchura de la península de Baja California. Fuera del típico paisaje de desierto de allá, con biznagas, cactos con su pitahayas, órganos y algunos arbustos de hojas pequeñas no encontramos realmente fauna, ni borrego, venado, ni los famosos leones. Aunque para la persona que le gusta el paisaje desértico y montañoso todo aquello le presentaba una hermosa postal digna de acabarse un rollo de película en esa entonces o toda la capacidad de la tarjeta de memoria de ahora.



Durante el trayecto le pedí a mi guía algunas cuestiones prácticas de cómo sobrevivir en el desierto, sobre todo de cómo sacar agua de los órganos y cactos, cosa muy útil por si decía tirar mis 20 kilos de agua que traía cargando en la mochila.

En esta caminata me mostró algunas de las primeras pinturas que vi en ese viaje y aunque un poco borrosas representaban figuras humanas y algunos animales, que en su momento no me resultaron tan maravillosas como las había esperado observar desde hace siete años, que había sido la primera vez que pasé por este lugar.




Poco a poco fuimos ascendiendo la sierra hasta que llegamos al Pico del Águila el lugar más álgido de la sierra y de donde se tiene una visión general de toda la majestuosidad de la Reserva del Vizcaíno. Y comenzamos el camino de descenso hacia el Cañón de Santa Teresa donde acamparíamos y de ahí nos iríamos a explorar las distintas cuevas de la región.

Mientras más bajaba uno al cañón y se internaba en sus elevadas paredes el paisaje desértico árido se iba entremezclando con un paisaje desértico pero de los que se alcanzan a observar alrededor de los oasis y poco a poco el oído nos mostró el motivo de esta transición al percibir leves sonidos de agua corriente, sí abajo en le fondo del cañón corría un riachuelo que en época de lluvias se convierte en un importante río. Fue un viaje de un día para poder llegar el cañón donde acampamos pero al fin pudimos poner el campamento y descansar de la larga caminata, al día siguiente escalaríamos los riscos del cañón para poder llegar a La Pintada, la principal cueva de la región por su extensión, aproximadamente 150 mts de paredes pintadas.



Por fin al amanecer y después del desayuno emprendimos el camino hacia La Pintada, que se encuentra a unos 60-80 mts de elevación sobre el fondo del terreno, una pendiente no muy complicada para escalar, pero donde siempre un paso en falso puede provocar una pequeña catástrofe. Antes de comenzar le ascenso descubrimos un pequeño chorro de agua cristalina que brotaba de la pared y decidí probarla, fue el agua más fresca y deliciosa que jamás haya probado, lo que me hizo tirar todo el agua embotellada que llevaba en ese momento para rellenar la botella.




Ya una vez arriba uno no puede mas que dejarse envolver por suntuosidad del lugar... Observar ese espectáculo lo deja a uno sin aliento y sin poder pronunciar palabras que puedas describir tan sensación al echar la cabeza hacia atrás para poder ver las pinturas que se encuentran entre 3 y 8 metros de altura aproximadamente, del piso de la cueva, tratando de imaginarse lo que los antiguos pobladores tuvieron que realizar para poder alcanzar tales alturas, pertenecientes a la familia yumana que hablaban lengua cochimí y que según estudios con radiocarbono poblaron esta región entre 10’000 años A.C. y 1650 D.C., cuando llegaron los misioneros españoles a la zona, aunque algunos investigadores afirman que las primeras pinturas datan de hace unos 4000 años otros estudios con radiocarbono registran que algunas de las más antiguas pinturas alrededor del 1690 A.C.. Hoy en día estas familias están extintas.

Después de varios minutos de muda contemplación de ir y venir a lo largo de la cueva, de tratar de explicarme aquellas siluetas humanas en algunos casos bicolor, los colores predominantes son rojo y negro, con las manos levantadas y decoradas las cabezas con penachos y de distinguir los distintos animales representados, que corresponden tanto a animales terrestres (venados, borregos cimarrón, liebres, serpientes), como marinos (leones marinos, ballenas) o aéreos (águilas y otros depredadores aéreos), saqué mi cámara fotográfica y cuál va siendo la sorpresa de que después de la primera exposición se traba la cámara y deja de funcionar, cabe mencionar que en aquella época una cámara digital era algo todavía muy costoso e inalcanzable para algunos, por lo que yo llevaba una cámara Advantix. Luego de unos instantes de tratar de revivir el aparato, no me quedó más remedio que hacerme a la idea de que todo los registros visuales de mi viaje los llevaría en la memoria y me dispuse a admirar largo rato las pinturas para que se me quedara impresa la imagen en la retina y se conservara en la memoria visual, recostado en el piso de la cueva mantiene un estado de exaltación y tranquilidad, justo al lado de los morteros improvisados para poder pulverizar los elementos para formar los pigmentos que dan vida a tan maravilloso espectáculo.




Afortunadamente después de un rato volví a probar suerte con la cámara y en esta ocasión funcionó pudiendo mantener un archivo fotográfico de las pinturas y así recorrimos distintas cuevas entre ellas Las Flechas y Las Águilas, en donde en la primera la mayoría de los animales tenían flechas atravesando sus cuerpos probablemente realizado como un ritual para poder tener bonanza durante las jornadas de cacería. No hay una teoría que pueda englobar todos los significados que pudieran haber tenido en la antigüedad estas pinturas, pero se cree que hay chamanes y gobernantes representados, no está claro si es su memoria pictográfica o son rituales de prosperidad, lo que sí es que en 1993 la UNESCO las nombró Patrimonio Cultural de la Humanidad.




Para todo el que le guste el ecoturismo, acampar y las carencias de servicios, esta es una maravillosa experiencia que hay que vivir. Lo ideal es organizarse varias personas para poder solventar más fácilmente los gastos, ya que los guías cobran por travesía y no por número de personas, así vaya una o diez. Yo hice este recorrido en 5 días, dos de traslado y tres que nos quedamos acampando en el fondo del cañón, pero pueden ser más o menos días, se pueden decidir qué cuevas visitar, cuales saltarse ya que se han localizado más de trescientos sitios en esta Sierra de San Francisco.



Como última anotación para los que quieran hacer este recorrido les podría recomendar una película de Carlos Bolado llamada Bajo California, el límite del tiempo, donde se pueden dar una idea de lo que este viaje puede significar y representar.

Viajando en moto por México; Saltillo-Guanajuato-Guadalajara-Vallarta y de regreso. (Parte II)

miércoles, 29 de julio de 2009

Tanto tiempo sin escribir, y es que contrariamente a la percepción general, tengo que trabajar mucho para mantenerme estos gustitos y últimamente me han traído del rabo, pero bueno, ¿dónde iba yo? Ah sí, habíamos llegado a Guadalajara sin contratiempos que no nos permitieran continuar y ya queríamos rodar a Vallarta.

Salimos de Guadalajara tempranito (como a las 10am, jojojo, tempranito en idioma biker) y a pegarle. Fue en el tramo Guadalajara - Compostela donde entendí la fregonería de ser biker.
Era un día precioso para rodar, el sol alto en el cielo, algunas nubes blancas proveían de sombra de vez en cuando, y decidimos disfrutar el rol y pararnos cuando se pudiera a tomar una cheve –cerveza- y a ver pasar la vida, ¡¡¡no había prisa!!! Teníamos creo que toda la semana (era antes de navidad).

En la primera caseta encontramos una tiendita, nos paramos a hacer pipí (cada quien en lo suyo, por favor) y al estacionar la moto sucedió la magia de ser biker: la gente se acerca a ver las motos. Los más atrevidos te hacen preguntas, las más atrevidas te hacen la plática; mucha gente quiere compartir una anécdota, o sencillamente platicar, ¡poca madre! Era mi primer viaje largo, yo no sabía que esas cosas pasaban y estaba sorprendido e impresionado del poder de las motos.

Me encantó platicar con gente, escuchar anécdotas, compartir unas papitas, saber a dónde van los demás, enterarme que van a pasar navidad con el primo que se fue a Tepic y que le va de poca madre. Y eso es de lo más chingón de salir en la moto, realmente el biker entra en contacto con el aire, con la naturaleza y, sobre todo, con las personas (hay que evitar el contacto directo y violento con el pavimento, pero fuera de eso, no hay pedo). Si ven un biker por ahí tomando un refresco salúdenlo, lo más probable es que sea un cabrón alivianado y con ganas de cotorrear.
Total que llegando a Compostela nos paramos a quitarnos las chamarras porque hacía un calor del mal y a echarnos unas chevecitas más.

Bajando a la sierra noté que a la moto se le prendía un foquito que parece una batería, yo no tenía experiencia así que ni idea de qué podría ser, pero me valió y como a la hora se le apagó el foquito, "un lapsus pendejus de la moto" pensé yo. Como una hora antes de Vallarta, yo ya me veía semiencuerado andando con dos chiquitas en la moto (una adelante y una atrás), veía en mi cabeza el atardecer en el malecón y como se vería mi moto en contraste con el sol poniéndose, pasamos junto a una gas y se apaga la moto… me quedé sin batería.

"Puta madre", pensé, y lo hice porque cualquier cabrón que se precie de ser machito malhablado pensará "Puta madre" cuando pasa algo fuera del plan. Se baja mi compa y me dice "¿que tiene la chingadera?", y yo no tenía idea del funcionamiento mecánico de una moto, para mí era una combinación de fierro y goma que me llevaba del punto A al punto B pero pues ni idea de cómo jalaba, así que desde el fondo de mi ignorancia le contesté "Ps ha de ser la batería o la marcha porque no prende la muy zorra".

Total que nos quedamos en la gas y vino la primera idea "Hay que pasarle batería, a huevo con eso prende y llegamos a Vallarta y allá vemos" y se presentó el primer problema, ¿dónde estaba la batería?, afortunadamente traía extractos del manual y encontramos la batería, y una camioneta, y cables y la chingada, estábamos listos para la operación... no funcionó.

Con el tiempo aprendí que era porque estábamos pasando batería de manera incorrecta y que lo único que necesitaba era conectar el generador de la camioneta a mi batería por 15 minutos y con eso hubiera prendido la moto, pero noooooooo, eso se aprende a madrazos.

La segunda idea fue llevar la batería con un eléctrico para que le metiera una carga rápida. En chinga la desmontamos, buscamos un mecánico y se la llevamos "regresen en una hora", fue el designio del experto.

Estábamos en la tiendita anexa a la gas cuando se paró otro biker a ayudarnos, poca madre el wey se quedó un buen rato dándonos tips y la chingada, y es que si uno se queda tirado en el carro difícilmente se para algún parroquiano a ayudar, pero si es en moto es de volada que se pare alguien.

Total que a la hora vamos por la batería (un pedo para encontrar al eléctrico porque había ido por unas caguamas y no regresaba), le montamos la batería a la moto, yo estaba preparado para lo peor (pedir una grúa es el peor escenario posible), giré la llave... apreté el botón "run", escuché a la bomba de gasolina llenando los ductos, corrió el autotest de la compu de la moto, sabía que solamente tendría una oportunidad de darle marcha... presioné "start"... ¡¡¡¡el motor arrancó!!!!! Y córrele a Vallarta porque estaba cayendo la noche y la batería no estaba cargando (foquito prendido en el tablero). Llegué a Vallarta en tiempo record y luego luego con el mecánico especializado en Harleys, quien después de sesudas pruebas determinó que era el regulador de voltaje. Llamé a todas las tiendas Harleys del país a ver quién tenía uno y nada, había que importarlo y tardaría semanas en llegar. La solución: comprar dos baterías de repuesto y un cargador lento (en cualquier Comercial Mexicana, amigos) y usar la moto como si fuera un celular, o sea cargar las baterías toda la noche y en el día usarla moderadamente hasta que se descargaran.

Pues así, mis queridos amigos, me regresé una semana después hasta Monterrey, cambiando baterías en el camino y economizando energía.

El epílogo de esta historia es hasta chistoso, no era el regulador, era el estator y cualquier pendejo lo hubiera podido embobinar en Vallarta y no hubiera tenido pedos, pero eso se aprende con la experiencia, y no hay otra manera de adquirir experiencia más que sufriéndole y regándola.

Y así queridos amigos, fue el viaje Vallartense versión 1.01. He hecho algunos otros viajes más largos y más divertidos, pero a este específico le tengo cariño porque fue el primero de los primeros y donde aprendí (a la mala) lo que realmente significa ser biker de largo alcance.

A partir de ese viaje le tomé amor a la moto y dejó de ser un hobbie para convertirse en modo de vida. Hoy por hoy mis amigos son bikers y a veces cuando platico con gente que no anda en esto ya no me adapto tan fácilmente, ya no entiendo la vida acumulando stress por todas las responsabilidades, con limitaciones y sin toma de riesgos.

Cuando me subo a la moto me relajo, uso moto hasta para ir a trabajar y me siento feliz cuando estoy con los demás moteros hablando de carreteras y mecánica. Si estoy tenso voy a al taller a reunirme con los demás y a ayudar a armar/desarmar motos. Ojalá pudiera expresar la importancia que esto ha tenido en mi vida y lo mucho que ha cambiado mi percepción de las cosas, y este viaje tuvo mucho que ver en eso.

Y ahí luego les platico cómo es la comunicación de un biker con otro cuando se rueda en grupo sin el uso de radios o esas cosas modernas. También debo un post sobre mi teoría de porqué los bikers traen viejas chidas.

Y ya para irme les dejo un consejito bien chidito:

Ahora que es temporada de lluvias les recomiendo ampliamente sentir la lluvia, mojarse rico y no tenerle miedo al agua, porque cuando se mueran no van a sentir nada, ni la lluvia ni el frío ni nada (y se van a morir, eso se los prometo).


Gozen sus vidas y hagan lo que los ponga felices.

Manuel

El safari al Valle de las Piedras Encimadas

miércoles, 1 de julio de 2009




Un regalito de OAB




Nos habíamos salvado del caos informático (sí, aquel que se especulaba que podía ocurrir cuando terminara el año 1999). Tajis, Mike, Sanchez, Yadira, Betty, Gabito y yo emprendimos camino a un lugar del que habíamos escuchado maravillas pero que no aparecía en ningún mapa ni guía turística, el Valle de las Piedras Encimadas.

Nos quedamos de ver en la esquina de Insurgentes y Montevideo (donde estaba el Cine Lindavista con su torre de castillo de Cenicienta) a las 7:00 de la mañana. Todos llegaron puntuales y tomamos la autopista que va a Tulancingo, pasamos la ciudad y seguimos hacia Huauchinango, Puebla. A mitad del camino encontramos la desviación hacia Zacatlán y aproximadamente a 25 minutos encontramos la desviación a Camotepec.

Desde allí seguimos un camino de terracería que dura alrededor de 10 minutos y llegamos al Valle.



Llegamos alrededor de las 9:00 de la mañana y nos encontramos con un lugar lleno de neblina espesa donde lo único que apreciábamos eran coníferas y alguna que otra piedra que aparecía y desaparecía al capricho de la bruma.

Durante cerca de 1 hora estuvimos escalando y descubriendo que a cada paso encontrábamos nuevas formas, algunas parecían toboganes, otras parecían animales, la mente se daba vuelo imaginando un sinfín de formas que adivinábamos a través de la neblina.

De repente todo cambio, la neblina desapareció en cuestión de tres minutos y a lo lejos divisamos un hermoso valle con hierba y un río cruzando a través de él, donde se podía contar por cientos las formaciones rocosas con formas inauditas.


Un espectáculo sobrecogedor.









Cerca del lugar se pueden comer quesadillas en algunos puestos de comida que atienden las personas de la comunidad de Camotepec y a decir de sus leyendas las piedras son seres de otros tiempos que se petrificaron como castigo por su maldad.

Después de aquella ocasión volví otra vez con mi ahora esposa y el espectáculo fue diferente, sin neblina pero sí con mucho frió y un sol esplendoroso que iluminaba un valle verde.

Altamente recomendable para familias, grupos de amigos y sobretodo mountain bikers (ah, y fotógrafos curiosos que gustan de safaris).



19 de febrero de 2000.


::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
TIPS PARA VIAJEROS:

++SI USTED VA AL VALLE DE PIEDAS ENCIMADAS

Saliendo de la ciudad de Puebla tome la carretera federal núm. 19 a Zacatlán. Si sale del D.F. tome la autopista núm. 85 hasta Pachuca, Hidalgo, de ahí siga la carretera federal núm. 130 hasta Tejocotal. Una vez aquí hay que seguir por la carretera núm. 119 con dirección a Zacatlán y al llegar al pueblo de Ahuazotepec tome la desviación de terracería que conduce a Camotepec, último poblado cercano al Valle de Piedras Encimadas.

Fuente: México desconocido No. 275 / enero 2000

++Más información aquí.



Viajando en moto, ¿qué empaco?, ¿qué me llevo?, ¿dónde comemos?

domingo, 14 de junio de 2009

El viajar en moto tiene muchos contras: se necesita ser biker de corazón para aguantar tanta cosa (no lo van a creer pero hay un club de bikers que se llama “los comemierdas”, jojojo).

Una de las desventajas principales es la limitante de espacio para llevar cosas.

Si se mueven en una deportiva a lo mucho dos morralitos, en una chopper como quiera trae dos alforjas (maletas laterales) y pueden poner otra maleta más en la parte trasera, ya una Harley grande tiene un poco más de espacio, pero pensemos en que solamente contamos con tres maletas, de las cuales una es para herramienta y equipo de seguridad, la mitad de otra para la chamarra y una maleta y media para ropa, desodorante, etc. etc. etc.

Pero comencemos por los básicos:


INDISPENSABLES:

Si no llevan estos, en buena onda ni salgan de su casa:

a) Una bolsa (preferentemente de lona resistente) con herramienta, lo más seguro es que algo se madree en el viaje, punto, no hay vuelta de hoja, las motos son caprichosas y se van a descomponer. En Harley Davidson venden unos kits plegables con herramienta básica, muy práctico pero muy caro.

Personalmente he optado por una bolsa de lona donde llevo lo necesario para reparar MI moto, y hay que pensar qué es bueno llevar y qué no es bueno llevar, obvio no van a llevar birlos de carro ya que no servirían de nada. Si no se la quieren desfalcar dense un rol al autozone, compren un juego de herramientas medida chica y lo vacían en la bolsa, le meten unas Allen, un desarmador de cruz de buen tamaño, unas cuantas colas de rata, una cinta de aislar y ya estuvo, no necesitan mucho más.

Siempre es bueno traer cables para pasar corriente pero este ya se los dejo como opcional, para que vean que soy buena onda.

b) Un par de guantes para frío y un par de guantes para calor, googles oscuros y googles claros, liner para lluvia (liner es una chamarra que va abajo de la chamarra), si viajan largo les va a llover. En algunas zonas va a hacer frío, en otras calor, recuerden que al rodar se sienten unos 10 o 12 grados centígrados menos que la temperatura reportada; así que nada como una chamarra hecha para bikers con ventilaciones adecuadas.
Van a rodar de noche así que lleven equipo adecuado para entonces; créanme, no quieren manejar en la selva chiapaneca en la noche con lentes oscuros porque si se atraviesa un perro ni lo van a ver. En equipo de seguridad no escatimen, duele regacho cuando uno toca el pavimento y es de lo más desagradable rodar mojado y con frío; por esto, el equipo de protección es importante, un biker incómodo es un biker distraído, y un biker distraído va a terminar en el piso.

c) Casco...... lo traen puesto y por eso no cuenta como carga pero siempre es bueno llevar un visor extra, la placa de acrílico que va en la parte de enfrente es intercambiable y cualquier biker tiene un montón de visores de repuesto para su casco, es bueno llevar uno extra, para que no se raye métanlo en un calcetín viejo y ¡¡¡voilá!!!

d) Windex, una botella chica con aspersor llenito de windex, sirve para limpiar el visor del casco, el parabrisas de la moto (si es que tiene), los cuartos, los faros y en general el windex es la onda, en cualquier lugar se vuelan papel de baño y con eso pueden limpiar las superficies importantes.

e) Bolsas de plástico para basura. Cuando uno llega al hotel puede dejar la ropa y así queda una alforja libre, a esa alforja le ponemos una bolsa grande y la llenamos de cheve y hielo y tenemos ¡¡¡una hielera!!! Ya cuando acabe el pedo sacamos la bolsa y la alforja sigue seca y lista para meter ropa.

CERO INDISPENSABLES

La ropa no es indispensable, recuerden, para un viaje de una semana completa (9 días, o sea dos fines de semana) necesitan 3 jeans a lo mucho, uno de ellos ya lo llevas puesto así que solamente empacas dos jeans, 2 playeras manga corta y dos de manga larga (si van en una Harley puras playeras Harley, si llevan de otra marca que no los vea yo usando el uniforme), unas chanclas ligeritas ligeritas, desodorante, loción, cepillo de dientes y pasta, calzones, calcetines, un short para nadar (uno nunca sabe cuando se va a atravesar un río maravilloso al que sencillamente te tienes que meter)...¡¡Y y ya!!, así de sencillo.

Para los que gustan de viajar con tenis, unos jeans para cada día, playeras diarias, zapatitos para antro, camisita fresona y bolsita de maquillaje, hay suburbans donde pueden ir sumamente cómodos, pero si van en moto van a tener que usar la lavandería del hotel o lo que se atraviese, y es mejor cargar con poca ropa porque en el camino pueden ir comprando playeras y gorras alusivas a los lugares visitados, son un gran recuerdo y las pueden usar en el camino.

Y finalmente la pregunta del millón, aquel cuestionamiento que Alejandro Magno tuvo que soportar de sus ejércitos al marchar hacia Asia, la incógnita que ha definido la relación entre amigos por siglos..."¿Pero dónde comemos, cabrón?"... La respuesta es sencilla, donde hayan un chinguero de trailers parados se come bien; es la regla de la carretera y se debe seguir al pie de la letra.

Cuando se suben a la moto para un viaje la onda es entrar en la actitud de que si se descompone, lo arreglamos, si nos da hambre, comemos y si nos da sueño, dormimos; pero todo esto sin un plan. Una de las cosas súper chidas es la flexibilidad de que te puedes parar donde se te dé la gana, continuar si se te antoja y en general ir en absoluta libertad de tomar el camino que más parezca tentador en el momento...

Nos vemos a la siguiente para contarles mi primer biker viaje y todo lo que pasó.

Manuel

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Ya para irme........ tip del día, váyanse con media alforja sin llenar para poder meter recuerdos que se atraviesen en el camino, no van a llevarle una vajilla a su mamá pero siempre te encuentras pendejaditas que ocupan poco espacio para recordar el bonito viaje.

Viajando en moto: Tips de seguridad

jueves, 4 de junio de 2009

La moto es un vehículo peligroso, pero la mayoría de los riesgos son perfectamente medibles y controlables, excepto cuando un pendejo va al volante (manubrio Manuel, manubrio).

Anoche andábamos los bikers de esta bonita ciudad en el reventón, nos estábamos moviendo de un bar a otro porque así somos de rudos y malos. Rodábamos por las calles cada quien en su onda, algunos más pedos que otros pero ninguno 100% sobrio, sin embargo cuando uno anda ebrio en moto entra el sentido de conservación de la vida y nadie le da muy duro.

Uno de los bikers andaba con acompañante y bastante, pero bastante pedo, y se nos puso ebrio lucido. Manejando sin manos y bailando al mismo tiempo en la moto, de pronto aceleraba mucho y frenaba de golpe, él era muy feliz mostrándole a su mujer (que para acabarla estaba cero buena) lo chido que era en la moto...

En una de esas de la nada se oyó un rechinón y el estúpido se cayó de la moto, debió de ir a unos 140kms porque la moto arrastró 65 metros. El problema es que la acompañante arrastró por lo menos unos 15 metros con la cara... ouch.

Y de pronto todo era un pequeño caos, un par de motos nos orillamos, muchas otras se pusieron atrás de los accidentados, algunos bikers trataban de atender a los caídos, otros desviábamos el tráfico (por cierto, automovilistas hijos del mal, casi me atropellan varias veces). El biker caído no presentaba daños muy visibles pero la acompañante tenía la cara hecha mierda (perdón por la expresión tan literaria, pero no hay otra).

Mal plan porque quedó marcada de por vida, estaba muy lastimada. El tipejo es un patán que le vale, pero realmente no sé si se lastimó o no porque traía rush de adrenalina y así es imposible saber.

A partir de esta anécdota me permito hacer algunas sugerencias y una exigencia:

Sugiero y recomiendo el uso del casco y demás chingaderas protectoras, y es una recomendación hipócrita porque yo no uso casco todo el tiempo. Sin embargo en serio, si van a rodar mejor pónganselo. Si la chava hubiera traído casco y chamarra se habría levantado por su pie, se sacude el polvo, se madrea al pendejo que iba manejando y se iba a casa. No traer casco ha provocado que quizá viva con cicatrices nada agradables en la cara por el resto de sus días.

Recomiendo no mezclar alcohol con moto, y de nuevo, es una recomendación hipócrita porque yo me chingo mis alcoholes y luego ruedo, pero es un riesgo medido y puedo tomar bastante sin ponerme pedo, pero si ya ando desvariando ¡pues mejor me voy en taxi!, como quiera a la moto no le pasa nada si se queda una noche solita.

Y por último la exigencia, y esta es bien seria. Lo del casco y lo del alcohol son sugerencias porque finalmente cada quien su vida.
Quienes hemos elegido andar en moto sabemos los riesgos, y si los miércoles ando pedo y sin casco es porque estoy dispuesto a pagar el precio si me caigo y sé de antemano que el accidente me está esperando en cualquier lugar, y sé perfectamente que estoy tomando un riesgo por algo que para mí vale la pena (andar en moto). Pero lo que no se vale es lastimar a alguien más, no es bueno permitir que el pasajero se suba sin casco y sin protección porque la vida de ese pasajero descansa en las manos del biker, y no es exageración, este par de cabrones tuvieron suerte, pero si la cabeza de ella pega en la banqueta se mata o queda en coma (y créanme que no estuvo lejos), así de fácil es terminar con una vida y el accidente se presenta de un momento a otro en el lapso de un parpadeo.

Sigo en shock y parezco viejito, pero en buen pedo: no suban pasajeros sin casco. El biker como quiera si se quiere morir que se muera, pero el pasajero no tiene la culpa de nuestra peda ni de nuestra irresponsabilidad.

Besos
Manuel