¿Por qué México Rocks?

¿Por qué México Rocks?
Averígualo

Bloggers que aman México

Bloggers que aman México
¿Te interesa compartir con nosotros?

We love Mexico in English

Comida

Comida
Deliciosos platillos mexicanos

PÁTZCUARO DE MIS AMORES (UN VIAJE AL PASADO II)

lunes, 10 de agosto de 2009


Retomando un poco nuestro viaje por tierras purépechas, estamos de camino a Pátzcuaro después de haberle dedicado un par de horas de nuestro día a Tzintzuntzan, el que con sus Yácatas nos dio la bienvenida a estos territorios.

Mireya, Sean y yo sólo pensábamos en ingerir los sagrados alimentos del día, así que al llegar a la ciudad lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde sirvieran “menú” o, como se conoce en México (si eres de España, favor de creerlo) “comida corrida”, el cual generalmente incluye sopa, pasta o arroz, guisado, tortillas y agua; a veces (y si te portas bien) hasta postre; todo por una cantidad que puede ir entre los 25 y los 70 pesos. Encontramos un restaurantito justo en la calle que comunica las dos plazas más famosas del lugar. Nuestro amigo anglo-japonés se lanzó a la aventura y pidió lo mismo que nosotras: Sopa Tarasca, arroz, pollo con mole negro y flan (de cajita). El primer platillo es una mezcla entre sopa de frijol y de tortilla, con chile negro seco, crema y quesito desmoronado, ¡un manjar! De lo demás, ni qué decir, comimos tanto que tuvimos que caminar mucho para bajar el festín.

Ahora sí, bien servidos, nos dispusimos a recorrer los callejones, peleando de vez en cuando con ráfagas de lluvia. No sé porqué asocio Pátzcuaro con lluvia y amor, romance y muerte. Tal vez sea porque el clima es húmedo debido a su cercanía al lago, o porque aquí me re-enamoré de mi ex (al final no muy efectivo el pueblo), quizá porque en celebraciones de Día de Muertos no hay otro lugar en la Tierra mejor que Pátzcuaro para acercarte al mundo del culto a la muerte.

Estas tierras son un no tan silencioso testigo del pasado, mirando hacia el presente. Sus calles empedradas o pavimentadas, con edificios de estructura idéntica, blancos y marrón, con tejados en triángulo, con letreros lo menos llamativo posible, le dan la bienvenida al visitante.

Caminamos hacia la plaza Don Vasco (nuevamente Vasco de Quiroga se nos mete entre los pies) y nos sentamos en una de las grandes bancas. Por ahí un siriusfem, patzcuarogrupo de jóvenes le regalan al curioso (propio o extraño) la danza de los viejitos. Los niños miran atentos, sonriendo y tal vez creyendo que sí son ancianos los que bailan. Vendedores hippies ofrecen sus artesanías, sus joyas hechas con piedras extraídas de quién sabe dónde o cachivaches antiquísimos. No falta la señora que quiere que a fuerza le compremos alguno de sus manteles o carpetas, o la que quiera que Sean sea todo un macho, de esos de las películas de Jorge Negrete (con todo y sus ojitos rasgados) y nos conquiste, a las dos, con una rosa (para cada una, claro está). El vendedor de globos no puede faltar y el niño que hace berrinche para que la mamá le compre uno (¡de Pokémon, de Pokémon!) tampoco.

Visitamos el centro de atención turística y no sirvió de mucho. Nos metimos en algunas de las casas que rodean la plaza y sus patios centrales, coronados por arquería y macetas, nos hicieron enamorar aún más del sitio. La Casa de los Once Patios (de los cinco patios, actualmente) también es un lugar mágico. Entre artesanías, telares a la vieja usanza y rincones románticos disfrutamos de visiones del pasado mientras la lluvia coartaba nuestros ánimos de seguir caminando.

Cuando por fin el cielo se cansó, salimos por la calle que lleva directamente hacia la Basílica de Nuestra Señora de la Salud y que es uno de los caminos más bellos del mundo. Las iglesias con su apariencia viejísima y gente cargada de flores, los mercaditos de artesanías y los puestos de gelatinas con rompope nos recuerdan aquellos tiempos que sólo conocimos a través de los relatos de los tíos o abuelos.

La Basílica es grande, alta y es visitada por miles de fieles a lo largo del año asiriusfem, michoacan rendirle tributo y a pedirle a la virgen que les ayude en sus sufrimientos y los alivie.

Seguimos en nuestro recorrido y llegamos hasta la plaza de San Francisco. El extranjero encuentra totalmente “charming” el mercadito en donde las marchantas se pelean por el cliente y el olor a pescado nos hace huir.

Casualmente entramos a la biblioteca pública y nos atrapa. Es hermoso, con su gran mural y su techo altísimo, ¿quién hubiera imaginado un sitio así justo enfrente del lugar más atestado de transporte público, ruido y gritos de los alrededores? Junto hay un tianguis de artesanía que inmediatamente capta los flashazos de la cámara de Sean.

Después, llegó el momento de ir por la famosa nieve de pasta. En el portal Hidalgo sobrevive una de las tradiciones más antigua de la zona, la de las nieves. Hace más de cien años un lugareño, don Agapito Villegas, inventó la secreta fórmula que ha pasado de generación en generación y que ha conquistado los paladares de casi todos los visitantes. Nos lanzamos a la aventura helada y casi lo logramos, sólo faltó un cuarto para terminar el vasito, “demasiado dulce”, decimos.

Subimos al Cerro del Estribo desde donde la vista del lago y de la isla de Janitzio es fantástica. Pero lo que se lleva la tarde es otra cosa. Nos detenemos a disfrutar y algo nos llama la atención; un toro anda suelto cerca de nosotros. Al parecer se siente solo y quiere hacer amigos, por lo que se nos para enfrente y trata de coquetearnos. Lo logra por momentos, pero no nos arriesgamos demasiado y decidimos retirarnos.

Es hora de marcharnos, la luz se está extinguiendo. Nos llevamos un buen recuerdo de la deliciosa comida ingerida, nos llevamos un pedacito de Pátzcuaro en nuestras cámaras y nuestros corazones.

Hemos aprendido que bien vale la pena conservar las tradiciones, respetarlas para al final, poder, todos, disfrutarlas. Así es Pátzcuaro, un lugar donde la tradición no ha muerto… aunque la huesuda “Catrina” nos diga lo contrario.

P.D.: “La Catrina” es la representación de la muerte, es un esqueleto de mujer elegantemente vestida y famosísima en la época de Noche de Muertos. Surgió de la mente del artista mexicano José Guadalupe Posadas.

0 comentarios:

Publicar un comentario

No sea tímido, todos hemos sido viajeros. ¡Coméntele!